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Por tomar muchos
juntos se le cayó uno a los pies del barbero, que le tomó gana de ver de quien
era, y vio que decía: Historia del famoso caballero Tirante el Blanco.
Válame Dios, dijo el cura, dando una gran voz, ¡que aquí está Tirante
el Blanco! Dádmele acá, compadre, que hago cuenta que he hallado en él un
tesoro de contento y una mina de pasatiempos. Aquí está don Quirieléison de Montalván,
valeroso caballero, y su hermano Tomás de Montalván y el caballero Fonseca, con
la batalla que el valiente de Tirante hizo con el alano, y las agudezas de la
doncella Placerdemivida, con los amores y embustes de la viuda Reposada, y la
señora Emperatriz enamorada de Hipólito su escudero. Dígoos verdad, señor
compadre, que por su estilo es éste el mejor libro del mundo: aquí comen los
caballeros y duermen y mueren en sus camas y hacen testamento antes de su
muerte, con otras cosas de que todos los demás libros deste género carecen. Con
todo eso os digo que merecía el que lo compuso, pues no hizo tantas necedades
sino de industria, que le echaran a galeras por todos los días de su vida.
Llevadle a casa y leedle, y veréis que es verdad cuanto dél os he dicho. Así
será, respondió el barbero.
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